A diferencia de la mayoría de lagartos, le gusta los momentos mas frescos del día y tiene hálitos crepusculares.
De pequeños, encontrar un aragüezu aseguraba un buen rato de entretenimiento, cogiéndolo y jugando con él, siempre sin hacerle daño, hasta que lo soltábamos de nuevo en un prado que no se fuese a segar, por el riego que tendría a morir por la maquinaria.